LINEAS TANGENTES.
Ella caminaba lentamente por aquella calle, tal vez con
la esperanza de volver a verlo.
Su nombre era María, tenía 26 años. Era alta de pelo
lacio y largo. Tenía ojos comunes pero una mirada poco común, una sonrisa a la que muchos podían llamar
perfecta pero no sabían que a su corazón le faltaba un pedazo y que día con día
caminaba por esa calle tratando de encontrar la pieza perdida; ese trozo le pertenecía a Jacobo quien tenía tan solo un
año más que ella.
Habían sido compañeros en la preparatoria, a veces amigos
inseparables, otras tantas enemigos irreconciliables pero durante esos 3 años
de sus vidas habían estado juntos de una u otra manera.
Nunca se llevaron realmente bien, eran polos opuestos,
tan opuestos que era imposible que se atrajeran y aun así nunca se separaban,
por más peleas, por más desacuerdos que tuvieran. Era como si un hilo invisible
los tuviera atados, tal vez así era.
Un día María quien como siempre caminaba sin prisa por la
calle donde vivía Jacobo decidió pararse justamente en la puerta donde tantas
veces lo vio salir, se sentó al pie de la puerta y entonces su mente la llevo a
la ultima platica que había tenido con él.
Durante las vacaciones de verano, donde extrañamente
Jacobo y María se encontraban bien aunque no se habían visto, María cito a
Luciana en un café.
Luciana era una
amiga que tenían en común María y Jacobo, ella siempre trataba de ser mediadora
en sus peleas aunque a veces se desesperaba.
Aquel día María la había citado para hablar de Jacobo.
-
Sé que peleamos todo el tiempo pero
estoy enamorada de él, no puedo evitarlo
-
María…
-
Es que siento que esta vez funcionara, sé
que cuando regresemos a la escuela podremos tener una relación estable
-
María…
-
Yo he madurado y el también y sé que me
quiere, lo presiento, lo siento
-
María, tienes que escucharme.
-
¿Qué pasa?
-
Ayer vi a Jacobo paseando con Carola
-
¿Quién es Carola?
-
Una vieja amiga de Jacobo
-
¿Y cuál es el problema?
-
El problema es que… bueno, no quiero que
lo tomes mal pero ellos… ellos son novios.
De pronto a María se le venía el mundo abajo, estaba atónita, sentía que
iba a dejar de respirar. Pensaba que todas sus ilusiones habían muerto.
Era hora de volver a la escuela, María evito toparse con Jacobo, hizo hasta
lo imposible, pero el mundo es muy pequeño y sabia que se lo encontraría y ese día
fue un martes.
-Hola María- la saludo Jacobo, realmente se veía feliz de verla
-Hola- respondió María con una sonrisa forzada.
Jacobo se acerco para abrazarla, ella se había quedado inmóvil, no movió
los brazos ni le correspondió el abrazo.
-¿Qué tienes?- pregunto Jacobo, conocía demasiado bien a María, sabía que
una vez más, iban a pelear.
Pero esta vez María no grito, ni le reclamo nada, solo le dijo
tranquilamente:
-Somos líneas tangentes
-¿Qué?
- Si, tuvimos un punto de contacto, pero nos separamos, siempre nos
separamos y esta vez creo que será para siempre.
Quizá así era.
-¿Que hice mal esta vez?
- Nada, esta en tu naturaleza
- ¿Qué cosa?
- Herirme
Jacobo no dijo nada, sabia a que se refería María
-
¿Cómo te enteraste?
-
Presentimiento- dijo María sonriendo
Hubo un minuto de silencio.
-
¿La quieres?- pregunto María
-
No lo sé, supongo que si
-
Bien, entonces no tengo nada de que
preocuparme - dijo, mientras se le cristalizaban los ojos
-
Creo que ya no querrás saber nada de mi
-
Como es lógico, pero no te preocupes,
estaré bien.
-
Siempre estaré aquí, por si quieres
volver.
-
Lo sé, muchas gracias.
Pero María nunca volvió.
Cada vez que se lo topaba le sonreía y Jacobo no tenía el valor de
acercarse.
Al principio María después de verlo, lloraba horas y horas, después
aguantaba las lágrimas pero posteriormente se acostumbro y ya no dolía más.
Ambos terminaron la preparatoria, nunca se despidieron, solo se dejaron de
ver.
Cada quien hizo su vida como pudo.
María lo buscaba en cada una de sus parejas, pero nunca lo encontraba.
Había estado tranquila por algún tiempo, pero a veces sentía como su
corazón se volvía a quebrar y lo extrañaba.
Sus amigas nunca hablaban de él, aunque María les preguntaba una y otra vez
que era de él.
Así que cuando acabo la universidad y tuvo que buscar empleo, le dieron
trabajo a unas cuantas calles de donde vivía Jacobo, aunque realmente no se
sabía si aún vivía ahí.
De todas formas, todos los días María recorría esa calle con la esperanza
de encontrarlo.
Y ahí estaba María al pie de la puerta pensando en aquella triste historia,
cuando de pronto alguien abrió la puerta.
-
Hola María- dijo el
-
Hola- dijo ella, sonriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario